


Continuando con esta parte tan linda de la historia de mis comienzos laborales, trabajando en el
Almacén de Ramos Generales, debo decir que, fue una etapa hermosa, donde aprendí mucho.
Habían varios empleados, José, el chofer que hacía los repartos en los camiones de la empresa, Julio, era uno de los dependientes, asi se llamaban los vendedores que atendían al público, Victor y Antonio, también dependientes.
Un señor mayor, Elías, era el mecánico de la empresa, Elías salía también a repartir, en otro camión, cuando las necesidades así lo requerían.
En el local comercial, también estaban Andrés y Angel, los hijos del dueño, eran personas mayores, que salían a vender por los negocios de los distintos departamentos de Mendoza y del Gran Mendoza.
El Almacén vendía al por mayor y menor.
El radio de acción de ventas en Mendoza era: al Este, hasta el departamento de La Paz, límite con San Luis, al norte: con Lavalle, límite con San Juan y al sur: San Carlos. Es decir un radio bien amplio.
Eran muchos los clientes a atender. Los viajantes ( vendedores) eran, Andrés, Angel y eventualmente Antonio, que dejaba, algunas veces, el salón de ventas, para colaborar como viajante.
Como dije anteriormente, me gustaba atender a los clientes, los dependientes cuando tenían mucho trabajo y había gente esperando ser atendida, me decían: Chiquito atendé a este cliente por favor.
Claro, como no, si estaba esperando que me lo pidieran.
Yo jugaba competencias con ellos, experimentados en pesar productos como azúcar, arroz, maiz, alpiste, en fin, todo lo que se vendía al menudeo, desde medio y hasta los 10 kilos.
Al principio, los veía pesar algún producto que cuando los ponían en la balanza, por ejemplo 5 kilos de arroz, era muy difícil que no pesara justo.
Y lo hacían al tanteo, es decir al cálculo y no se equivocaban, era tanta la práctica que tenían!
A veces les decían a los clientes: qué mas? Y el cliente preguntaba: y no lo pesa?
Dependiente: No hace falta.
Cliente: Y cómo sé que son 5 kilos?
Para su tranquilidad, ponían el paquete en la balanza y pesaba justo los 5 kilos.
Por ahí si se pasaba unos 100 gramos, el dependiente agarraba la puruña, que era el elemento que se usaba para sacar el producto de la bolsa grande en que venía, para colocarla en la bolsa de papel.
Simulaba entonces sacar el excedente y el cliente decía: no perdón, perdón, disculpe déjelo por favor.
Y nosotros nos divertíamos viendo esa escena.
Había clientes, a veces muy molestos y de mal carácter y cuando ocurria esa situación, directamente el dependiente, sacaba el excedente y la persona quedaba muy molesta, pero no se podia quejar a los hijos del dueño, asi que, la escena era más divertida aún.
Quiero decir también que a Don Nicolás, el dueño, no le gustaba que yo atendiera a los clientes.
El tenía temor de que al ser tan chico, tuviera algún inconveniente o algo así.
O que de pronto, alguna persona se quejara por cualquier cosa que pudiera ocurrir con su pedido, en fin.
Se vendian clavos de herrar caballos, arneses, palas, hachas, azadones, rejas de arados,sogas (cabo de lino), cadenas, muchas cosas que los chacareros o productores, necesitasen para sus actividades en las fincas.
Recuerdo que también lámparas a kerosene y a gas, los tubos de respuestos de esas lámparas.
Tabaco en paquetes , papel para armar cigarrillos.
Las alpargatas negras marca Luna y las azules con cordones, eran marca Rueda.
Café en grano tostado y torrado, que venían en bolsa de yute de 30 kilos.
EL azúcar, molida y en terrones llamadas Pilé, también, en yute de 50 kilos.
El cliente pedía por ejemplo: un kilo de café al 20%, era 800 gra. de tostaado y 20% , 200 gramos, torrado. Siempre dependía del cliente el porcentaje de la mezcla. Luego se molía y cuando esto sucedía, salía un aroma! Muy rico!
Las especies, como pimentón, ají, pimienta, etc. que venían también en bolsas de yute. Estas daban un perfume tan especial al sector donde se exhibían. Estos productos se vendían más en las épocas de invierno, que era la época de los carneos. es decir, cuando se faenaban los chanchos para hacer chorizos, jamones, etc.
La gente los alimentaban muy bien, con afrechillo o maíz, para engordarlos y llegada la época de carneo, estos pesaban 120 a 180 kilos o más. Esto significaba una buena producción de embutidos y demás.
Además, recuerdo vendíamos bacalao por pencas grandes, que venía desde Noruega, según decian, era el de mejor calidad.
Venía el lomo de cazón, que era chata la penca y seca. También el bacalao que era una penca grande y carnuda.
Se vendía hasta por media penca. En la época de Semana Santa, era tremenda la venta como subía. La gente comsumía mucho para esa fecha.
A mi cuando me tocaba atender un cliente que quería bacalao, aprovechaba para cortar un pedazo y comerlo asi, como estaba. Qué rico era!
Si me dejaban, me comía una penca solito. Pero lo hacía todo disimuladamente, mis compañeros lo hacían también, pero cuidábamos que no nos vieran los dueños.
Qué tiempos! Dios mio!
Don Nicolás, recuerdo que, cuando era la fecha de pagar los sueldos, a fin de mes, teníamos que tener el local muy ordenado, porque salía a recorrerlo.
Todo debía estar en su sitio, porque si veía algo mal, Mmm! Se ponía furioso, aún con sus hijos.
Se recorría todo el negocio, aún los depósitos, la parte del taller, todo.
Era una costumbre de él y hasta los hijos deseaban que todo estuviera bien, para no tener que escuchar sus reclamos.
Un dia, estaba tan lleno de gente el local, que vino Don Nicolás y me dijo que si me animaba a atender a un cliente. Claro le dije, no sin cierto temor, pero con decisión.
Y así lo hice.
Le tomé nota de lo que el cliente quería, le ofrecí algunos productos más, que compró también.
Cuando hube terminado de anotar todo lo que quería, le preparé el pedido, hice la factura.
Revisé las cuentas cuidadosamente y fui a la caja a llevarla para que el cajero le cobrara.
Y quién creen ustedes que estaba en la caja? Como si me estuviera esperando.
Si era él, Don Nicolás. Me recibió la factura y se quedó con el cliente, revisando los cálculos de la misma.
Yo me regresé al salón de ventas, nervioso y angustiado. Rogaba a Dios no haberme equivocado en nada.
Ahí puse todo mi empeño, hice todo lo que aprendí de los dependientes que, a escondidas, me enseñaron.
El caja era un habitáculo, ubicado en un costado del salón, entre los mostradores y la oficina. Estaba construido de madera ycartón prensado con ventanas y frente de vidrios. Se ingresaba por una puerta y tenía capacidad para dos o tres personas nada más.
Ahí sólo entraban Don Nicolás y sus hijos, nadie más.
De pronto, veo que me llama a la caja. Casi me muero!
Cuando estuve frente a él, me preguntó: Carlos, tú hicistes esto?
Mi respuesta: Si, claro Don Nicolás, porqué? pregunté. Hice algo malo, me he equivocado?
Me dijo: No, espérate. Y llamó inmediatamente a sus hijos: Andrés, Angel, vengan para acá.
Yo temblaba, no sabía que hacer. Miraba a mis compañeros y ellos estaban más asustados que yo.
Por sus caras intuían que algo estaba pasando y parecía que no algo bueno justamente.
Yo quería irme, desaparecer, realmente tenía miedo. Siendo tan chico y conociendo sus reacciones! Bueno, espero lo que sea, Si hice algo malo, no tengo tiempo de arreglarlo. Que Dios me ampare.
Cuando sus hijos entraron a la caja les dijo: Miren esto lo ha hecho Carlos.
Bueno, continuaré en otro momento, los espero en la próxima.
Hasta pronto
Fotografías : Google imágines.
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